TEXTO N. ° 5
Foto tomada de Internet. San José Costa Rica |
En raras ocasiones la neblina viene a la ciudad, no le agrada la sensación de calles atiborradas y casas ensimismadas. Arriba en la montaña hay tanto espacio que ella se mueve cómoda entre patios, potreros y jardines a vista de todos. Sin embargo, hoy descendió a la ciudad, corrió libre por la calle principal de mi vecindario, por las callejuelas y callejones que lo forman. Hoy pudimos sentir su imponente presencia entre nosotros, cubriendo cada espacio disponible.
Como un animalito que recién soltaban en un espacio abierto, la neblina iba tocando cada lugar que podía alcanzar. Curiosa y feliz, jugueteó con unas begonias blancas suspendidas sobre una terraza. Unos minutos después, la ropa suspendida en un patio trasero se le hizo interesante, balanceándose en una sabana como un niño en un columpio. Siguió su camino sin molestar a nadie cuando un perro callejero la notó, ladrándole tanto fuerte como sus pulmones se lo permitían. La neblina miró con cierta desconfianza al animal flaco, desnutrido, pero valiente frente a ella. Optó por seguir su camino mientras el perro continuaba ladrándole sin parar.
La ciudad le parecía muy interesante, las luces, las casas, todo era nuevo para ella. Nadie la notaba, como si siempre hubiera estado allí, como una residente más del vecindario familiar. Podría ocupar una casa, se dijo a sí misma. ¿Quién lo notaría?, se dijo convencida de su idea. Habrá casas desocupadas, no todas pueden estar habitadas por humanos. Manos a la obra, buscó alguna casa que le pudiera servir de refugio, pero la ciudad siempre está llena de personas. Cansada de caminar, buscó un lugar cómodo donde dormir por un rato. Una terraza se le hizo agradable hasta que los de la casa encendieron la luz que era demasiado brillante. Un jardín le dio la bienvenida, pero dos gatos ya lo tenían ocupado. Caminó un poco más, hasta dar con un corredor de madera donde podría dormir un poquito. Unos minutos después, el tráfico no la dejaron cerrar los ojos. Demasiado ruido, pensó, demasiadas personas. No podría vivir aquí, se convenció, no hay lugar para mí.
Molesta se levantó de un salto y regresó corriendo a su montaña, donde era muy feliz