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lunes, 19 de febrero de 2024

SIN RASTRO

 

 


 

 

 Sin rastro

En algún lugar de San José, Costa Rica

       El oficial Rojas entró en la casa con su arma reglamentaria en mano, su compañero de apellido Zúñiga iba tras él, atentos a cualquier ruido o movimiento. 

        La vivienda fue levantada en una vieja urba, una de las primeras en el cantón. Eso fue cuando el gobierno se preocupaba por la gente, eran otros tiempos.  Era en general una casa sencilla, con dos ventanas frontales, una lateral y otra trasera. Construida a medias en madera y cemento, lucía en buenas condiciones, aunque era obvio que sus ocupantes vivían al día. Un pequeño gato pardo se acurrucó sobre el cuerpo, tendido a medias entre el suelo y un sofá de dos plazas color verbena aterciopelada. Su compañero, con tantos años más de experiencia, permanecía inmóvil unos pasos atrás. En cuanto pudo moverse, revisó rápidamente los dos pequeños dormitorios, ambos desordenados, el baño y la cocina eran visibles desde la sala. Atrás el pequeño patio mostraba la ropa tendida, una pileta enchapada y algo de césped mal cortado. 

       Los oficiales llamaron por sus radios, pidiendo, según su protocolo, al equipo de investigación forense del organismo de Investigación Judicial. Quince minutos después, dos camionetas oficiales aparcaban junto a la patrulla. El hombre de edad avanzada presentaba una herida abierta y muchos golpes, había luchado por su vida. Pronto el equipo de hombres blancos revisaban el lugar, recogían las evidencias y al fallecido que ya presentaba los espasmos del rigor. Testigos de la zona alertaron de un segundo cuerpo a pocas calles, un hombre de mediana edad se había desangrado mientras trataba de huir de la casa. Las pesquisas siempre incluyen testimonios de conocidos, rastros y cualquier evidencia útil, pero en este caso, apenas si había rastros que seguir.

    En algún lugar de Cartago

        Una casa de dos plantas, con pisos de terrazo y balcones en las habitaciones superiores, parecía normal desde afuera, en su interior dos hombres hablaban quedamente para no ser oídos. Las muertes de los dos intermediarios fueron inevitables, es lo que pasa cuando traficas con drogas y quieres apoderarte de todo. Pronto su cartel será el más temido del país, entonces nadie podrá detenerlos.

 

 

viernes, 6 de octubre de 2023

EL INTRUSO

 

 


 

 El Intruso


        Los gritos sonaron por toda la casa, la sangre escapaba escaleras abajo, como un río que divide un territorio marcando claramente el límite entre dos tierras.  El primer cuerpo fue localizado en el pasillo, el segundo sobre la cama de una de las habitaciones y el tercero en el baño compartido de la segunda planta de la casa. La mujer estaba sentada en la cama de la habitación principal, quieta, petrificada en ese instante del tiempo. 

              Solo unas horas antes todo parecía ir bien, el almuerzo transcurrió con normalidad en medio de una conversación mayormente aburrida sobre el trabajo y la escuela. Durante la tarde cada cual pasaba el tiempo en sus actividades acostumbradas, nada parecía ser diferente ese día, nada hasta que el hombre desconocido entró por la puerta trasera de la vivienda. El primero en ser sometido fue el papá, un hombre algo corpulento, ciertamente tenía fuerza, pero no la suficiente. Luego fue por la hija adolescente a quien amarró en la habitación sin mucho problema. La madre había salido a comprar algo de comida preparada para la cena, tardó un poco más de lo debido porque su camioneta se pinchó una llanta.

        El hombre pasó la siguiente hora en la habitación con la muchacha. Cuando la madre llegó escuchó los gritos en la planta superior, su marido se había liberado y luchaba con el desconocido, perdiendo la vida. Su cuerpo dejó de respirar cuando calló dentro del baño compartido. La hija lloraba llamando a su padre, eso hizo que el intruso se desesperara y terminara con ella también, dejándola tendida sobre la cama. Al darse cuenta de lo sucedido la madre corrió al cobertizo ubicado en el patio trasero, allí buscó  la escopeta de su esposo, esa que a pesar de sus constantes quejas su esposo mantenía cargada, subió corriendo las escaleras sosteniendo la escopeta con fuerza, su esperanza desapareció al ver como el agresor disponía de lo último de su familia. Por un momento se quedó perpleja ante la escena, reaccionó rápidamente jalando del gatillo, apuntando de lleno al pecho del hombre. Disparó una segunda vez hacia el rostro para asegurarse de que no huyera, dejándolo tendido en el pasillo de la planta superior. Así lo encontró la policía, sin rostro, mientras la mujer sostenía la escopeta entre sus manos y mantenía la mirada perdida. 



viernes, 29 de septiembre de 2023

LA BRUJA

 

 

Creditos originales en la imagen

 

  La Bruja


         En el pueblo era temida, así que rara vez se acercaban a los límites del bosque. Ella no es mala persona, pero no tolera la hipocresía de los lugareños; desde jovencita fue aislada por los habitantes del pueblo, quienes casi logran matarla antes de huir por entre los arboles de ese bosque que hoy es su hogar. 

        Los años han pasado, sus recuerdos de esa época a menudo se vuelven confusos, aun así trata de no olvidar. Con frecuencia se pregunta lo que su reflejo les dice cada mañana, bajo esa sonrisa practicada, más parecida a una mueca plástica que a una expresión facial. Bajo esas capas de maquillaje y buenos modales ensayados no hay nada más que falsa humildad, superstición y miedo. Los niños como sucede casi siempre se retan entre ellos a traspasar su bosque, incluso llevan de vuelta alguna planta arrancada de su tallo sin ningún cuidado para probar que cumplieron. Todo esto a escondidas de sus padres por supuesto. A ella no le importa mientras permanezcan en el lindero, aunque no falta el valentón que camine un poco más adentro de lo debido. 

        Ese día entre sus hierbas y sus cocidos una pequeña sombra apareció, eso como le había enseñado su madre solo sucedía cuando uno de ellos se adentraba demasiado en el bosque. Cubrió su fuego para evitar un incendio innecesario en su casa, adentrándose en la espesura por el lateral de la vivienda siguió las señales que conocía bien. Los árboles susurraban para guiarla, las ramas más bajas marcaban la dirección y el viento siempre fiel la envolvía con suavidad para protegerla. Tras marchar por una hora, dio con el joven inconsciente a un lado del sendero que ella había hecho el invierno anterior. Lo cierto es que ella hacía y desasía esos caminos con frecuencia porque se sentía más segura de ese modo. Ninguno de ellos daba directamente con su hogar y no era fácil encontrarlos porque tampoco llegaban al límite del pueblo, así nadie la encontraría. 

        A penas podía caminar de regreso a su casa con el muchacho a cuestas, sin embargo, no iba a dejarlo tirado para que el bosque se hiciera cargo. Llegando a la puerta su espalda estaba muy adolorida y sus piernas temblaban; al entrar lo llevó hasta la cama que era más bien un nido de ramas bajo una de las ventanas, allí lo dejó cómodo e inconsciente mientras ella recuperaba el aire y las fuerzas. Enseguida se dispuso a preparar una infusión para sanar, en su caldero todavía hervían las plantas y verduras silvestres para la cena. Ella cambió su vestido por otro que colgaba en una rama donde mantiene la poca ropa que posee. 

        El joven apenas despertaba de su letargo cuando la medicina caliente le bajó por la garganta dejándolo inconsciente por segunda vez. Tras una noche de espera la fiebre había cesado, sus heridas pocas pero profundas se cerraron. Seguía aturdido, iba a levantarse cuando el peso de ella lo devolvió a la cama. La bruja se inclinó sobre el cuerpo indefenso, de su mano una luz blanca extraía de él la vida que recién había recuperado; unos minutos bastaron para que el muchacho desapareciera en un puñado de polvo. La vieja también desapareció bajo la piel rejuvenecida de la nueva joven, los senos firmes, la boca rosada, la piel clara y el cabello nuevamente negro.

 

 

     

viernes, 22 de septiembre de 2023

LA FOTOGRAFÍA

 

 


La Fotografía


      Al revisar el álbum notó la fotografía en el centro de la hoja negra, era obvio que había sufrido los efectos de un intenso calor, pero eran todavía distinguibles todos los detalles importantes de la calle y sus edificios. También podía notarse a un hombre en la foto, todo vestido de negro como seguramente marcaba lo usado en la época de la escena mostrada. Era antigua, en tono sepia, posiblemente un lujo que solo personas pudientes podrían considerar. 

    Quiso preguntar sobre la foto, pero nadie en la casa pudo darle detalles de ella, no sabían a quién pertenecía o si alguien de la familia habría vivido en esa calle. Pero por qué se le hacía tan peculiar, como si la reconociera cuando era lógico que no podría ser así. La anciana lo miró de reojo apiadándose de él, empezó a relatar la historia de un incendio, un terrible evento que acabó con las vidas de toda una familia burguesa de la ciudad. El fuego consumió en minutos varios edificios de ladrillo y madera, con ellos el contenido y las personas que los habitaban. Muchos murieron, pero solo esa familia fue noticia en esa época. La abuela era pequeña, solo un bebe de escasos cinco años; ocho décadas después aún recordaba porque la muerte de esa familia llamó tanto la atención. 

    Los Álvarez Toledo vivían justo en el centro de la calle empedrada, su casa tenía tres plantas bien dispuestas y conectadas por una elegante escalera con ornamentación francesa clásica, lo que se traducía a muchos artificios de flores, aves y hojas talladas en madera lustrada. No eran buenas personas dijo la anciana, -lastimaban sin piedad. Recuerdo como golpeaban a los hijos de los empleados, también cuando se llevaron a mi hermana una noche a las habitaciones de arriba, los sirvientes todos dormíamos en estancias pequeñas en la planta baja, al fondo de un pasillo oscuro. Ellos no querían gastar en comodidades y lujos para los criados - decía con resentimiento la mujer. -Mi hermana nunca fue la misma después de ese día. Un tiempo después desapareció una sirvienta personal de la señora de la casa, era joven y muy bonita, tenía un novio con el que se casaría en esos días. La señora de la casa accedió a dejarla irse, todo parecía normal hasta que nadie supo por qué había desaparecido de la pieza sin decir una palabra. Dijeron que se había marchado sin dejar espacio para hablar más de ella. Días después limpiaba el cuarto que compartíamos cuando encontré su pequeña pulsera tirada en un rincón, sin saber a quién entregarla la guardé en mi bolsillo. Cuando su novio regresó para preguntar por ella, lo había hecho varias veces antes sin resultados, me encontró barriendo la entrada; enseguida le entregué la pulsera porque sabía que él se la había dado. No me dijo nada, solo la guardó en su pantalón y se marchó. Creí que era el final del asunto y no pensé en nada más hasta la noche cuando el joven me sacó de mi cama y me llevó a varios metros de la entrada de la calle, estaba soñolienta, pero estoy segura de que fue él. Todo era negro a mi alrededor, el me hizo la seña de guardar silencio y me dejó ahí entre dormida y despierta.

    Fueron los gritos desesperados los que terminaron de despabilarme, todo estaba prendido en fuego, la gente corría en todas direcciones y lloraba. Yo me levanté del suelo buscando alguna cara conocida, cuando esa fotografía cayó a mis pies, así como está ahora. Luego una mujer me levantó entre sus brazos y me llevó con ella a un hospital donde me revisaron, estaba en ropa de dormir así que asumieron que era miembro de alguna de las familias de la calle, dijeron que posiblemente me separé de mis padres y que ellos buscándome había perecido en las llamas. La hija más joven de la familia Parma tenía el mismo nombre que yo, pero era un año mayor, cuando dije mi nombre sin decir mi apellido el delegado judicial solo dijo que mi tía vendría a recogerme. No dije nada porque sabía que toda mi familia estaba en esa calle, la calle que ya no existía, mi familia tampoco existía. Nunca mencioné al novio de la muchacha. 

    Un par de años después vivía en otra ciudad al cuidado de una pareja de avanzada edad. Mi apellido ahora era Parma, conservé mi nombre sin problemas, me gustaba que me llamarán señorita, que me atendieran como una niña rica. Fui educada como correspondía, crecí para casarme cuando tuve la edad para hacerlo. Mis hijos y mis nietos han crecido bajo el apellido Losada y Torres, el apellido del hombre que se casó conmigo pensando en otra mujer. Aun así, mi matrimonio fue estable, diría que hasta amoroso, fue un buen esposo hasta el final. 

        El relato de la anciana concluyó. Minutos después sacaba de una caja decorada al estilo victoriano algunos recortes de periódicos antiguos donde se hablaba del descubrimiento de varios cuerpos mutilados de jóvenes mujeres. Uno de los recortes mencionaba la sospecha de la policía de ese periodo sobre un incendio provocado. 

      



jueves, 14 de septiembre de 2023

LA DAMA

 


 

 La Dama

 

        Vivía en el edificio La condesa, ubicado en un barrio de clase media de esta ciudad. Cada tarde miraba por la ventana de mi habitación en el cuarto piso, lo hacía para matar el tiempo que me sobraba después de mi lección. En el edificio de enfrente, a esa misma hora, la inquilina del tercer piso se sentaba en su ventana a disfrutar del Té de la tarde. Lo hacía de tal manera que la luz la envolvía mientras el aire danzaba a su alrededor acariciándola con las cortinas blanquecinas. Era sin duda una visión elegante, su presencia propia de una aristócrata se imponía en el cuadro como una modelo lista para ser pintada por un gran maestro. Su bata revelaba una pierna torneada y pareja, sus manos sostenían el juego de taza y plato a medio camino entre la mesa y su boca. De la taza el humo surgía como una invitación, desapareciendo en sus fosas nasales. 

          A esa hora ya fuera verano o primavera, otoño o invierno, se la veía repetir el mismo ritual con rigurosa constancia. Es por eso que ese día el cambio fue tan drástico para mí. Había una quietud en la habitación que emanaba una sensación extraña, su cuerpo delicado y cómodo parecía paralizado, inmóvil en su silla. Fue en ese momento que noté la presencia de alguien que salía despacio del aposento cerrando la puerta como si el lugar le perteneciera. Un instante después la cabeza de la mujer cayó hacía un lado del cuerpo, rodando lejos de mi rango de visión. Todo se congeló a mi alrededor, mi cuerpo no podía moverse, tampoco podía emitir sonido, no podía dejar de mirar con mi respiración sonoramente agitada. De pronto las cortinas me parecieron fantasmales dentro de una estancia oscura y aterradora. 

       En la calle, la figura me miraba fijamente, pero no pude registrar rasgo alguno, me era imposible decir si era un hombre o una mujer. La figura sabía que lo había visto y no le importaba, caminó tranquilamente por la calle fundiéndose con la ciudad.



LA NEBLINA

 TEXTO N. ° 5 Foto tomada de Internet. San José Costa Rica               En raras ocasiones la neblina viene a la ciudad, no le agrada la se...