viernes, 22 de septiembre de 2023

LA FOTOGRAFÍA

 

 


La Fotografía


      Al revisar el álbum notó la fotografía en el centro de la hoja negra, era obvio que había sufrido los efectos de un intenso calor, pero eran todavía distinguibles todos los detalles importantes de la calle y sus edificios. También podía notarse a un hombre en la foto, todo vestido de negro como seguramente marcaba lo usado en la época de la escena mostrada. Era antigua, en tono sepia, posiblemente un lujo que solo personas pudientes podrían considerar. 

    Quiso preguntar sobre la foto, pero nadie en la casa pudo darle detalles de ella, no sabían a quién pertenecía o si alguien de la familia habría vivido en esa calle. Pero por qué se le hacía tan peculiar, como si la reconociera cuando era lógico que no podría ser así. La anciana lo miró de reojo apiadándose de él, empezó a relatar la historia de un incendio, un terrible evento que acabó con las vidas de toda una familia burguesa de la ciudad. El fuego consumió en minutos varios edificios de ladrillo y madera, con ellos el contenido y las personas que los habitaban. Muchos murieron, pero solo esa familia fue noticia en esa época. La abuela era pequeña, solo un bebe de escasos cinco años; ocho décadas después aún recordaba porque la muerte de esa familia llamó tanto la atención. 

    Los Álvarez Toledo vivían justo en el centro de la calle empedrada, su casa tenía tres plantas bien dispuestas y conectadas por una elegante escalera con ornamentación francesa clásica, lo que se traducía a muchos artificios de flores, aves y hojas talladas en madera lustrada. No eran buenas personas dijo la anciana, -lastimaban sin piedad. Recuerdo como golpeaban a los hijos de los empleados, también cuando se llevaron a mi hermana una noche a las habitaciones de arriba, los sirvientes todos dormíamos en estancias pequeñas en la planta baja, al fondo de un pasillo oscuro. Ellos no querían gastar en comodidades y lujos para los criados - decía con resentimiento la mujer. -Mi hermana nunca fue la misma después de ese día. Un tiempo después desapareció una sirvienta personal de la señora de la casa, era joven y muy bonita, tenía un novio con el que se casaría en esos días. La señora de la casa accedió a dejarla irse, todo parecía normal hasta que nadie supo por qué había desaparecido de la pieza sin decir una palabra. Dijeron que se había marchado sin dejar espacio para hablar más de ella. Días después limpiaba el cuarto que compartíamos cuando encontré su pequeña pulsera tirada en un rincón, sin saber a quién entregarla la guardé en mi bolsillo. Cuando su novio regresó para preguntar por ella, lo había hecho varias veces antes sin resultados, me encontró barriendo la entrada; enseguida le entregué la pulsera porque sabía que él se la había dado. No me dijo nada, solo la guardó en su pantalón y se marchó. Creí que era el final del asunto y no pensé en nada más hasta la noche cuando el joven me sacó de mi cama y me llevó a varios metros de la entrada de la calle, estaba soñolienta, pero estoy segura de que fue él. Todo era negro a mi alrededor, el me hizo la seña de guardar silencio y me dejó ahí entre dormida y despierta.

    Fueron los gritos desesperados los que terminaron de despabilarme, todo estaba prendido en fuego, la gente corría en todas direcciones y lloraba. Yo me levanté del suelo buscando alguna cara conocida, cuando esa fotografía cayó a mis pies, así como está ahora. Luego una mujer me levantó entre sus brazos y me llevó con ella a un hospital donde me revisaron, estaba en ropa de dormir así que asumieron que era miembro de alguna de las familias de la calle, dijeron que posiblemente me separé de mis padres y que ellos buscándome había perecido en las llamas. La hija más joven de la familia Parma tenía el mismo nombre que yo, pero era un año mayor, cuando dije mi nombre sin decir mi apellido el delegado judicial solo dijo que mi tía vendría a recogerme. No dije nada porque sabía que toda mi familia estaba en esa calle, la calle que ya no existía, mi familia tampoco existía. Nunca mencioné al novio de la muchacha. 

    Un par de años después vivía en otra ciudad al cuidado de una pareja de avanzada edad. Mi apellido ahora era Parma, conservé mi nombre sin problemas, me gustaba que me llamarán señorita, que me atendieran como una niña rica. Fui educada como correspondía, crecí para casarme cuando tuve la edad para hacerlo. Mis hijos y mis nietos han crecido bajo el apellido Losada y Torres, el apellido del hombre que se casó conmigo pensando en otra mujer. Aun así, mi matrimonio fue estable, diría que hasta amoroso, fue un buen esposo hasta el final. 

        El relato de la anciana concluyó. Minutos después sacaba de una caja decorada al estilo victoriano algunos recortes de periódicos antiguos donde se hablaba del descubrimiento de varios cuerpos mutilados de jóvenes mujeres. Uno de los recortes mencionaba la sospecha de la policía de ese periodo sobre un incendio provocado. 

      



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