sábado, 9 de diciembre de 2023

SI LAS MUJERES FUÉRAMOS GAVIOTAS

 


 


 

 INTRODUCCIÓN

 

       La puerta no dejaba de sonar, rechinando cada vez que alguien la abría o cerraba dos o tres veces por día, era normal sentir el aire frío de la temporada, colarse por ella en cada ocasión. La anciana seguía con su bordado sin desviar la mirada de la tela en sus manos, sin embargo, estaba muy consciente de todo lo que ocurría a su alrededor, como una vieja adivina sabía lo que sus nietos le dirían cuando trataran de explicar quién rompió el cristal con el balón, sabía también de las discusiones entre su nuera y su yerno, diseñadas solo para disimular el amorío descarado entre ellos. Como una vieja adivina, veía en el aire el ir y venir de todos sin necesidad de levantar la vista. Un suspiro era la única muestra de que era humana y no un autómata programado para crear diseños incomprensibles con hilos de color. 

       Es de día, casi la hora de la merienda matutina de los niños, la hora en que los traviesos corren en tropel como un ejército invasor que viene a saquear el botín de la cocina. No hay orden ni buenos modales, siempre en manos de sirvientas eran más bien niños abandonados con un techo sobre sus cabezas.  Los padres ausentes crean adultos disfuncionales, los padres ausentes crean hijos ausentes. La tarde, tras el ruidoso almuerzo, corre rápidamente entre el sonido inconfundible del televisor y los ronquidos de la anciana aún sentada frente a su labor de bordado. Los niños se burlan de la vieja, las dos sirvientas siguen su ejemplo con bajos comentarios entre ellas. La noche cae, el frío llega con mayor fuerza a los huesos cansados sobre la silla, su hijo llega, tras él su hija; hay tanta luz y tanto estrépito que sus oídos aturdidos la ponen de malas. A penas si la saludan antes de entrar todos en el comedor y sentarse a comer cuanto tienen enfrente; la anciana los comparaba mentalmente con cabras que primero comen lo comestible y luego siguen con lo que haya: mantel, tapetes, servilletas, etc. Nadie recuerda que ella no ha probado bocado en todo el día. Mientras se atascan, uno de los niños toma un trozo de carne y baja de la mesa, su madre le pregunta que va a hacer con eso, el pequeño simplemente responde __ Es la cena de la abuela __ Su madre lo mira con una sonrisa complaciente y le dice: __ No te preocupes amor, la cena de la abuela se la dará una las muchachas en un ratito __

     Una de las empleadas toma el plato de las manos del pequeño y lo regresa a la mesa. El pequeño suspira y regresa a su comida como si nada, los adultos se miran entre ellos, pero ninguno dice una palabra. Tras la cena la hija va a revisar a su madre, un grito ahogado se oye desde el salón lateral de la casa, la vieja mujer está fría, echada a un lado de la silla donde pasara los últimos meses de su vida. En sus manos el bordado por fin terminado. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario

LA NEBLINA

 TEXTO N. ° 5 Foto tomada de Internet. San José Costa Rica               En raras ocasiones la neblina viene a la ciudad, no le agrada la se...